ALCOHOLISMO Y AYUDA MUTUA
El consumo de alcohol es uno de los
factores de riesgo más importantes en la salud pública mundial, estando gran
parte de los efectos nocivos de su consumo asociados a un deterioro, que puede
llegar a ser persistente, a nivel del sistema nervioso central (Soler et al.,
2014).
A pesar del paso de los años, los
movimientos de ayuda mutua o autoayuda (en ocasiones se utiliza como sinónimo),
siguen siendo una realidad en el tratamiento de las adicciones en general y del
alcoholismo en particular.
Con una base histórica proveniente de
los movimientos de templanza del siglo XIX (Pascual Pastor y Castellano Gómez,
2006) con un carácter incluso religioso o militar en algunos casos y con el
objetivo final de conseguir y mantener la abstinencia total a las bebidas alcohólicas,
la evolución de estos movimientos ha permitido elaborar programas como el de
Alcohólicos Anónimos (AA.AA.) (Pascual Pastor, 2009) basado en los 12 pasos o
el de Alcohólicos Rehabilitados (A.R.), con una implicación más
multidisciplinar entre Rehabilitados, profesionales (médicos, psicólogos,
trabajadores sociales, etc…) y con apoyo familiar a partir del denominado
método Minnesota (Carreras Alabau, 2011).
Aunque utilizamos los términos de forma
indistinta, la autoayuda y la ayuda mutua, lejos de ser sinónimos son dos
términos complementarios, mediante el primero se asumen responsabilidades
personales en el cuidado de uno mismo y en el segundo en el apoyo de unos a
otros.
En 1978, la Comisión de Salud mental del
gobierno de EE.UU, propuso la autoayuda como la principal base de las
intervenciones comunitarias en salud mental (Villalba Quesada, 1996). El paso de los años no ha debilitado el
modelo, sino que incluso lo ha reforzado, existiendo organizaciones regionales
o nacionales en distintos puntos del planeta. Incluso en Europa un colectivo de
ellos ha constituido la European Mutual Help Network for Alcohol Related
Problems (EMNA), con el objetivo de homogeneizar la atención, ayudar a quien lo
precise y hacer advocación.
En España, a principios del 2015 se ha
constituido la Confederación de Adictos Alcohólicos en Rehabilitación y
Familiares de España (CAARFE), que recogiendo el testigo de la extinta
Federación de Alcohólicos Rehabilitados de España (FARE), ha completado la
estructura con la participación de tres pilares, los enfermos en
rehabilitación, familiares y profesionales, e incluyendo otras adicciones
distintas al alcohol, ya que las formas de consumo han cambiado y el perfil del
consumidor presenta un patrón de policonsumo o multiadicción, normalmente de
alcohol conjuntamente con cocaína, cannabis, tabaco o incluso adicciones
comportamentales, especialmente la ludopatía.
Llegados a este punto vamos a intentar
definir estos colectivos o movimientos, puntualizar sus objetivos y valorar su
eficacia a partir de la evidencia científica.
Los Grupos de Ayuda Mutua (GAM), son una
modelo de salud, con especial relevancia del modelo de “iguales”, formado por
personas que sufren la misma patología o conflicto. Aparecieron como respuesta
a un vacío de los servicios profesionales, pero pronto se vio su eficacia y la
propia OMS lo recomendó para ciertas necesidades socio sanitarias (OMS, 1987).
Sus fortalezas se basan en el
aprendizaje, el apoyo emocional, la participación y la autoestima, el poder
solicitar cambios sociales y la capacidad para organizarse.
Sus bases principales son las reuniones,
conocimiento y experiencia personal y el apoyo entre sus participantes,
originariamente sin profesionales, pero a tenor de la evolución de los mismos
se vio su validez para la comunidad que se veía incrementada con la
participación de profesionales para completar el tratamiento (Roca Soriano.
1998), con la
propia reciprocidad de este tipo de
enfoque terapéutico basado en Dar – Recibir y Devolver (Módena, 2009).
Se trata de una estructura fundamental y
esencialmente democrática, adaptada al lugar, el ambiente y la cultura donde se
comparten experiencias sin generalizar, sin consejos, sin juicios de valor y
sin hablar desde el saber ni desde el ser (Montaño Fraire, 2010).
Cuyos objetivos son fundamentalmente,
satisfacer una necesidad común, superar un obstáculo que perturba seriamente la
vida y conseguir los cambios sociales o personales deseados (Villalba Quesada,
1996), en el caso de las adicciones sería alcanzar y mantener la abstinencia,
trabajar los propios hándicaps y cambiar la forma de ser, de actuar y de
relacionarse.
Según García Roldán et al. (1997), en la
interacción que se produce en los grupos de ayuda mutua, los pacientes
adquieren conocimientos sobre su enfermedad, desmienten mitos sobre las drogas,
aprenden recursos de enfrentamiento y sobre todo comparten vivencias sobre cómo
enfrentar y superar los conflictos que le ha generado su adicción, su consumo
de alcohol, y como lograr cambiar su estilo de vida y mantenerse en
abstinencia, insertándose en la vida familiar, laboral y social (Martínez Leiva
et al, 2010).
Pero, ¿realmente son efectivos?
Pues según distintos estudios parece ser
que sí, ya que en 2004 se realizó un estudio con 279 pacientes dependientes al
alcohol (Zemore et al, 2004), con buenos resultados, analizando la evolución de
los pacientes que seguían el programa de los 12 pasos, lo que fue corroborado
igualmente por la valoración del proyecto Match (Pagano et al, 2004), llegando a
aseverar que los que participaban en los GAM mantenían la abstinencia durante
más tiempo que los que seguían un tratamiento convencional, por lo que se
alentaba a los facultativos a remitir a los pacientes alcohólicos a estos
grupos.
Estos resultados llevaron a la American
Psychiatric Association en 2006 a situar en un primer nivel de recomendación
los GAM para el tratamiento del alcoholismo (APA, 2006)
No obstante, la revisión Cochrane basada
fundamentalmente en el trabajo hecho por AA.AA. no es concluyente, y se señalan
la falta de estudios más completos para constatar la evidencia científca (Ferri
et al., 2006).
Paradójicamente, el modelo de
AA.AA. es el de mayor difusión y
antigüedad en el mundo moderno, el único requisito es querer dejar de consumir
y es que, aunque el grupo sea heterogéneo, hay un objetivo común, la
abstinencia, aunque la asistencia para obtener buenos resultados debe ser al
menos 1 vez por semana (Martínez Ortiz, 2013). Otros estudios señalen que
acudir dos días a la semana produce al menos 3 días más de abstinencia de
alcohol al mes (Humphreys et al., 2014).
En España se están empezando a valorar
resultados. En 2013 se publicó un estudio basado en la integración de los GAM
para familiares en un programa público de tratamiento del alcoholismo (Rubio et
al., 2013), que concluía que las intervenciones con familiares dependientes del
alcohol han demostrado su eficacia para mejorar el pronóstico de la dependencia
alcohólica, la cual mejora cuando estos familiares acuden a los GAM, obteniendo
en los propios pacientes menos abandonos y menos días de consumo durante el
tiempo de tratamiento.
La coordinación con el sistema sanitario
y la pertenencia a estos grupos, incrementa la abstinencia y disminuye el
número de recaídas, comprobando que a mayor tiempo de asistencia a estos grupos
menor posibilidad de sufrir una recaída en el consumo (Pascual, 2015),
convirtiendo los GAM en una buena estrategia terapéutica unida a la asistencia
pública para los problemas relacionados con el alcohol.
Según la Guía Clínica de Socidrogalcohol
la evidencia para estas intervenciones tiene un nivel de 2B y un grado de
recomendación B (Tomás, 2013). Así está claro que se trata de
estrategias terapéuticas útiles, pero se precisa una evaluación más exhaustiva
y una homogenización de recursos y métodos para poder decir claramente que se
trata de una buena opción terapéutica, de momento lo que sí que está claro es
que estamos delante de un complemento terapéutico útil para disminuir las
recaídas, incrementar la adherencia al tratamiento y mantener la abstinencia a
más largo plazo. Con mejores resultados cuando se trabaja con los familiares y
enfermos al mismo tiempo y con el correspondiente respaldo y tutela
profesional.
Estamos pues delante de un modelo de
atención a los problemas relacionados con el consumo de bebidas alcohólicas y
de otras adicciones, que puede retomarse como complemento ideal para acercar el
tratamiento a pacientes y familiares, por cercanía geográfica, facilidad
horaria y empatía de la propia estructura formada por personas que han pasado
por la misma adicción, pero debemos insistir con la participación de
profesionales y coordinado con los servicios socio-sanitarios especializados en
este tipo de patologías.
Francisco
Pascual Pastor
Sesiones y consultas
Dra. María Teresa Charún
Psicóloga Clínica Educativa
Máster en Salud y Bienestar Comunitario
Universidad Autónoma de Barcelona - España
Contacto
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